Una cosa que odio hacer es disciplinar a mi hijo. Es un niño muy bueno la mayor parte del tiempo, pero cuando se enoja ¡es terrible! Disciplinar a su hijo es una de las cosas más difíciles de hacer como padre. Es importante entender que usted está a cargo, y no él. Recuerdo haber recibido nalgadas hasta tener 6 o 7 años de edad. Hacía todo lo posible para evitar que mis padres se enojaran. Yo no he nalgueado a mi hijo tan seguido, pero he tenido que darle una palmada cuando ninguna otra cosa funcionaba. Hoy en día, los padres buscan métodos alternativos de disciplina, evitando las nalgadas.
Para el momento en que su hijo tiene 4 años, usted deberá haberle explicado ciertas reglas básicas, no más de 4 o 5. Lo más importante de imponer reglas es cumplirlas. Repase las reglas cada vez que su hijo las rompa. Y no intente darle explicaciones a su hijo. Usted es el padre, lo que usted dice es lo que debe hacerse.
Elogie a su niño por cada demostración de buena conducta. Esto reforzará la idea de que comportarse bien es mucho mejor que comportarse mal. Pasamos mucho más tiempo regañándolos por lo que hacen mal que hablándole de las cosas «cosas buenas». Un simple «gracias» es muy beneficioso para su hijo.
Decir que «no» enoja mucho a un chico. Significa que no pueden conseguir algo que querían. Utilice un tono firme con autoridad, no uno de enojado. Asegúrese que su hijo entienda que cuando dice «no» significa no. No se dé por vencido si su hijo continúa insistiendo o rogando; mantenga su postura.
Ayuda a que su hijo entienda las consecuencias de sus acciones y de sus elecciones. Por ejemplo, si usted está descansando y su hijo está jugando muy ruidosamente, puede darle la opción de que se siente a su lado a leer un libro en silencio o de irse a jugar a su habitación hasta que usted se lo diga.
El método que mi esposo y yo hemos comenzado a utilizar es el «tiempo fuera». Mi hijo odia sentarse y quedarse quieto. Si le pedimos que pare de hacer algo o si grita, le ordenamos que vaya a la habitación a hacer «tiempo fuera» para que reflexione sobre sus acciones. Luego nosotros decidimos cuándo es suficiente, y nos sentamos con él para hablar sobre lo que reflexionó. Esto funciona con la mayoría de sus malos comportamientos.