Existe una diferencia de opiniones entre los expertos en perros sobre si los huesos deben ser dados crudos, cocidos, duros, blandos o si deben ser dados en general o no. En un punto, sin embargo, hay un total acuerdo, nunca hay que darle al perro huesos que se pueden astillar como huesos de pollo, cerdo, aves de corral y de conejo (si bien los huesos de pollo cocidos en un horno de presión hasta volverse muy blandos pueden ser bastante nutritivos y libres de riesgos).

La médula ósea es el símbolo tradicional de un convite para perro, y obviamente lo disfrutará. Puede ser demasiado grande y dura para los perros pequeños. De hecho, las razas grandes suelen lidiar mucho mejor con los huesos que las razas pequeñas. Los huesos mayoritariamente cartilaginosos, como las vértebras y los huesos del hombro de ternera, los nudillos, y costillas suaves son un buen material para masticar y pueden ser consumidos íntegramente.
El verdadero peligro es la compresión intestinal, especialmente para perros pequeños, si el hueso masticado no ha sido mezclado con otros residuos en el estómago del animal. Una cantidad pequeña puede ser inofensiva si es ofrecida justo después de una comida. Los huesos de costilla o de bife son más peligrosos. Los comedores cuidadosos limpiarán la carne y la grasa, pero los perros voraces corren el riesgo de sufrir lesiones internas producidas por pequeñas astillas. Lo mismo ocurre con los huesos de pata de cordero.
¿Cuál es la mejor estrategia a seguir con su propio perro? Un cachorro al que le están saliendo los dientes entre los cuatro y los seis meses de edad deberá siempre tener un hueso, real o de imitación, para masticar. Puede darle a un perro adulto un hueso adecuado como un convite especial, por ejemplo, una vez a la semana. Le brindará un enorme placer, lo ayudará a mantener sus dientes limpios y libres de placa, y lo mantendrá ocupado por varias horas. ¡Pero los huesos de nylon ofrecen las mismas ventajas, sin los riesgos!